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Desahogo emocional

Lo que duele, lo que preocupa y angustia, si se comparte con la persona adecuada, pesa un poco/mucho menos.Por tanto, necesitamos personas que sepan dar espacio a las palabras y al desahogo emocional, porque lo que se silencia acaba agravando aún más el problema.


Hay que hablar de lo que duele para que la herida duela menos, pero, a la hora de hacerlo no vale cualquier persona. Más allá de lo que podamos creer, no todos los que tenemos cerca están habilitados para escuchar sin juzgar, para hacer del silencio y de la palabra un valioso refugio. El apoyo emocional es una competencia muy afinada que, además de tiempo y paciencia, requiere de habilidad y tacto. En ocasiones solemos esconder nuestros sentimientos cuando estamos con otras personas. Nos da vergüenza reconocer que sentimos emociones que consideramos negativas y que creemos, erróneamente, nos hacen parecer personas débiles a los ojos de los demás. Queremos ser fuertes a nivel emocional, no dejarnos afectar fácilmente por casi nada y dar una imagen de «persona madura y racional».




El dolor necesita de la palabra para sanar. Hay que hablar de lo que duele para vivir mejor, pero no siempre es fácil establecer ese diálogo desde el que liberar el malestar poco a poco. Muchas personas se han habituado a no hablar de lo que les preocupa o atormenta. Vivimos en una sociedad en la que nos han convencido de que si la vida te golpea tres veces tú te levantas cuatro. Nos han enseñado a que si uno cae, hay que levantarse rápidamente para aparentar fortaleza.

Nos han enseñado a no dar espacio ni voz al dolor o al desconsuelo. Es algo que ocultar, que desplazar a un lado para evidenciar normalidad sin importar lo rotos que estemos por dentro. Es necesario parar, respirar hondo y analizar desde el puesto de observadores, recoger datos, sin juzgar. Saber cuándo es necesario hablar con alguien de lo que duele, de lo que pesa o de eso que nos ha sucedido, es clave de salud y bienestar.

Tanto si se trata de sentimientos negativos como positivos, compartirlos con los demás siempre es beneficioso. En el caso de los positivos porque los aumenta y puede desembocar en una celebración o en un rato agradable. También tenemos varios motivos para compartir las emociones negativas. El principal es que al ponerlas sobre la mesa evitamos huir de ese sentimiento y aumentamos las posibilidades de asumir la responsabilidad de regularlo. Al mismo tiempo, cuando lo hagamos, permitiremos una exposición, lo que hará que la emoción tienda a descender




Hablar de nuestras emociones mejora las relaciones. Permitimos que el otro se sienta un confidente, alguien en el que tú has depositado tu confianza y esto denota un gran aprecio y cariño hacia esa persona, que siente que la has tenido en cuenta. Si cuentas tu problema o hablas de cómo te sientes con otra persona, probablemente será más fácil que llegues a encontrar una solución que pueda ayudarte. A veces nos sentimos tan decaídos anímicamente que no logramos ver lo que otros son capaces de ver sin demasiado esfuerzo.

Cada vez que sientas un peso en tu interior, un nudo que no te permite pensar con claridad y mucho menos actuar de forma eficiente, es conveniente que lo compartas. Recuerda que hablar de los problemas y emociones no solo te beneficia a ti, tu entorno también sentirá que depositas tu confianza en ellos y el vínculo ser verá reforzado.

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